Sunday, October 09, 2011

Destripando a Jack





Hay algo profundamente admirable en los ingleses, y es la capacidad que tienen para narrar su propia historia, la tremenda labor literaria que han llevado a cabo para conquistar su tradición, para que sus personajes históricos sean contemporáneos de cualquier época y para que sigan presentes hoy en día. Es un país que no se olvida nunca de su pasado, un país que ha llevado a la ficción su historia (baste como ejemplo las inmensas tragedias de Shakespeare) y a la historia su ficción, pues nadie se atreverá a negar que personajes tan irreales como Sherlock Holmes, Peter Pan o Alicia forman parte de nuestro imaginario.
No se puede evolucionar sin una enorme carga de ficción que articule esta evolución, sin un juglar que cante la batalla, sin un cronista o poeta que vaya recogiendo los pedazos de acontecimientos para darles luego un sentido y un fin. Muchas veces el error es pensar que la literatura va por su lado, que no hunde las raíces en la más cruda realidad, y que no termina por regresar indefectiblemente a ella. El error consiste en no considerar reales a algunos de los personajes de las novelas y en no considerar ficción a los que viven en las páginas de los periódicos y los libros de historia.
Uno es estos personajes reales de ficción --tal vez el más famoso de todos-- es Jack el Destripador: un asesino que fue perseguido por la policía, fue portada de los periódicos, y que sin embargo habita el imaginario del lector con la fuerza de una leyenda, de una historia narrada de forma anónima que se sostiene por su gran poder simbólico y evocador.
Jack el Destripador es, como los nazis, un aspecto tan aterrador del ser humano que produce una suerte de fascinación, una necesidad de recrearlo una y otra vez, no se sabe muy bien si para volverlo verosímil o para colocarlo del lado de la fantasía, donde todo hecho monstruoso es bello y necesario.
El asesino londinense aparece ahora en las páginas de dos obras maestras del cómic (no seré tan cursi como para llamarlo "novela gráfica"): por un lado en la inquietante From Hell, de los aún más inquietantes Alan Moore y Eddie Campbell y por otro lado en la precuela Peter Pan, del francés Loisel (hay algo profundamente admirable en los franceses, y es su capacidad para apropiarse de las historias ajenas).
From Hell es una mezcla de novela policiaca, esoterimso al más puro estilo de William Blake y desafío visual a las entrañas del lector. Es un universo brutal, desengañado, en el que todo encaja a la perfección, en el que los personajes no justifican su existencia, sino que el mero hecho de existir los vuelve justos y necesarios. From Hell narra un vacío en la historia de Inglaterra (que se puede tomar como la historia del mundo ya que al tejer ficción y realidad se convierte en universal). La obra de Loisel parece, en principio, más amable: bellos dibujos de colores, viñeta limpia y grande, ordenada, tradicional, europea, fácil de leer y con una ambientación de ensueño. Sin embargo hay muchas cosas que estos dos cómics tienen en común.
La primera es la pérdida de la inocencia: Peter Pan es una obra también brutal, el mundo de Nunca Jamás es un mundo terrorífico y naif al mismo tiempo, y el lector se da cuenta demasiado tarde de que no se ha metido precisamente en un cuento de hadas. La segunda es el intento de rellenar narrativamente los huecos de una historia. El Peter Pan de Barrie comienza in media res, con un niño que vuela y que vive en un mundo fantástico, pero nunca explica quién es ni cómo llegó allí. Esto lo descubrimos en el cómic de Loisel, como también descubrimos quién es el Capitán Garfio o el lado más oscuro de Campanilla.
Dentro de Peter Pan también está el personaje Jack el Destripador. No se termina de explicar muy bien y a veces parece un añadido que no encaja con el resto de la historia, pero ofrece un contrapunto muy interesante a Peter. El Jack de From Hell es el reverso de lo femenino. El Jack de Peter Pan es el reverso de la inocencia. Para que un personaje gane por completo su inocencia el equilibrio del mundo obliga a que alguien la pierda por completo.
En su artículo "¿Qué es la Ilustración?" Kant pedía al ser humano que abandonara su minoría de edad, que abandonara su inocencia, que no hiciera depender a la razón más que de sí misma. Hay quienes dicen que la Ilustración ya pasó y hay quienes dicen que todavía no ha llegado, que aún sigue nuestra razón en esa peligrosa minoría de edad. Por último hay quienes afirman que aún estamos en esa época, a medio camino entre la lustración y el romanticismo, dos momentos que nunca llegaron a estar separados del todo, que fueron cada uno el reverso del otro lo mismo que Jack es el reverso necesario de Peter Pan.
La sombra de la Ilustración es alargada, y el lado más sombrío es Jack el Destripador. Es la caricatura grotesca de la ciencia llevada al extremo, del dominio de la naturaleza y la búsqueda de lo verdadero a costa de lo real. La razón también produce monstruos, inteligencias extremas que trabajan sin descanso para acabar con lo natural o lo inocente. La obra de Loisel representa la crueldad de la inocencia, que radica en vivir el rabioso presente, sin recordar el pasado ni preocuparse por las consecuencias de los actos. La de Alan Moore representa la crueldad de la mayoría de edad, que radica en vivir sin atender al presente, siendo fiel a la sabiduría del pasado y preparando la del futuro, la crueldad del sabio que vive por encima del bien y del mal, por encima de la naturaleza y por encima de lo humano.
Hoy en día vivimos en la cuerda floja. Intentamos salir de la minoría de edad pero contemplamos delante de nosotros el abismo de la razón, capaz de horrores como las bombas atómicas o la alteración genética de las semillas. Jack el Destripador habita las páginas de dos cómics que también han perdido la minoría de edad, la inocencia propia de este género. El ilustrado Jack regresa de las brumas de Londres para dejarnos suspendidos en la incertidumbre histórica, el ilustrado Jack deja al lector sin el amparo de la infancia y sin la confianza en la razón, anclados en el desasosiego. 


Artículo publicado en la revista Brixel

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