Monday, December 26, 2011

Invisibles muy visibles



La imagen del escritor solitario volcado sobre su manuscrito, tecleando en la máquina de escribir, en su mesa de trabajo de alguna habitación anónima ya no tiene mucho sentido. Un escritor, una escritora, hoy en día es además de un autor el primer y más importante publicista de su obra, su propio relaciones públicas y su propio vendedor. El trabajo de escritor no termina cuando se deshace de sus folios mecanografiados para pasarlos a la imprenta, sino que más allá de eso sigue siendo responsable no sólo de la difusión de su producto, sino de la creación de su imagen como marca registrada. No importa demasiado que los textos se puedan plagiar, porque hoy en día no son los textos lo que se vende, sino que el verdadero producto, el verdadero objeto de deseo consumista es el propio autor.
Este hecho obliga al escritor a levantarse continuamente de la mesa, a asistir a recitales, congresos, conferencias, a conceder entrevistas, a mantener un blog, un sitio web, una cuenta de twitter, una de facebook y responder a sus comentarios. El escritor tiene que captar seguidores, consciente o inconscientemente, pero de una forma inmediata, así que va creando la imagen de ingenioso, o de comprometido, o de canalla, no importa cual, lo importante es que sea una imagen lo suficientemente atractiva para llamar la atención y que la mantenga a lo largo del tiempo. El producto tiene que estar en comunicación permanente con sus compradores.
Una de las características de la literatura siempre había sido la separación espacio temporal entre el escritor y sus lectores. Esta separación permitía una especie de fría intimidad cuando se escribe, semejante a la sensación de quien escribe cartas de amor para no enfrentarse a una respuesta demasiado directa. La eliminación total o parcial de esta separación tiene, se quiera o no, consecuencias en el nivel del estilo, que también se ve modificado por la constante intromisión de los lectores dentro de la creación. Este nuevo estilo no tiene por qué ser mejor o peor que el anterior, no quiero hacer un canto al cisne que se muere, pero habrá de ser diferente, de eso no cabe duda, pues el escrito se hace más colectivo y menos individual, más consensuado y menos íntimo.
Llama la atención que en este mundo obsesionado por visibilizar el mayor porcentaje posible de cada vida humana, dos de los más grandes novelistas estén a su vez obsesionados con esconderse. Hablo de Cormac McCarthy y de Thomas Pynchon. Cormac MacCarthy, escritor de best sellers como La carretera o No es país para viejos protege su intimidad como si cada entrevista le robara un trozo de existencia. Pynchon va más allá, el artista que raya lo ilegible se esconde en Nueva York, la ciudad más visible del mundo, pues la mejor forma de esconderse (Edgar Alan Poe nos lo enseñó) es en un lugar muy visible, y destruye cualquier testigo de su paso por el mundo.
La desaparición permite ser libre, no responder ante expectativas, volver a crear por un momento la ilusión de la distancia perdida entre el autor y sus lectores. El grafitero Banksy opera desde la oscuridad para iluminar un mundo también oscuro. El baile de esta época ya no es el baile de la realidad y la ficción, ni siquiera el baile de la civilización y la naturaleza, el baile que realmente estamos bailando es el de lo visible y lo invisible.
El tema de la desaparición sedujo también al novelista Vila-Matas en su Doctor Pasavento, la novela de un escritor que se esconde, que trata de desaparecer, pero que en esa desaparición conserva una constante ansia de notoriedad. El drama consiste en que nadie da demasiada importancia a esta desaparición. No es la desaparición de Salinger, ni la reclusión de Walser dentro de su locura, ni la huida de Agatha Christie. El Dr. Pasavento no llega a ser un Cormac MacCarthy, y sólo llega a convertirse en un Pynchon de pega, un personaje tomando el nombre de otro personaje. El Dr. Pasavento es un escritor discretamente conocido que se acerca a la desaparición sin heroicidad, que busca a los que le tendrían que buscar y paradójicamente es él quien no encuentra a nadie. Los americanos, sin embargo, son esos extraños que llegan a la posada del pueblo envueltos en un abrigo grueso, guantes, la cara vendada, grandes gafas y un sombrero de ala ancha. Son los forasteros solitarios que exigen permanecer a solas, encerrados en sus laboratorios de escritura, atreviéndose a salir sólo cuando cae la noche. Son los escritores invisibles a los que todo el mundo mira.

Artículo publicado en la revista Brixel

No comments: